Lunes de la I semana de Cuaresma
Monasterio Cisterciense de San Benito
Talavera de la Reina
7 de marzo de 2022
Lev 19, 1-2. 11-18; Sal 18 y Mt 25, 31-46
¿Cuándo
te vimos? Nos cuesta reconocer al Señor en los demás, parece como si a veces olvidásemos
que Dios nos creó a su imagen y semejanza; a todos nos creó por igual. Así Él
está presente en todos y cada uno de nuestros hermanos. Pero este
reconocimiento no deber ser meramente conceptual, intelectual sino que debe
traducirse en obras.
Por
eso el Señor ordenó a su pueblo, lo hemos escuchado del Levítico, ser santos
como lo es nuestro Dios; un Dios santo y justo. Todos nosotros estamos llamados
a la santidad, es esta una idea que repite el Papa Francisco con frecuencia,
llamados a la santidad del día a día, lo que él denomina “los santos de la
puerta de al lado”; los santos de la proximidad.
Porque
para dar de comer, para acoger, para vestir, para visitar al enfermo o al preso,
no se puede estar lejano al forastero, al desnudo, al enfermo o al preso.
Tenemos ejemplos de proximidad al dolor, a la pobreza, a la enfermedad y al
hambre en muchos santos, reconocidos como tales y muchísimos otros “santos de
la puerta de al lado”.
Pero
el primer ejemplo, el modelo es Cristo. El Hijo de Dios se hizo hombre para
estar cerca de los hombres que sufren; para que nosotros fijemos a través de
Él, nuestra mirada en el prójimo, que es el próximo, el que está más o menos
cercano a nosotros.
Quizás
nos hemos acostumbrado demasiado a ver imágenes de inmigrantes saltando vallas o
muriendo en el mar por desesperación a los que vemos más como una amenaza que
como a hermanos. Nos hemos acostumbrado demasiado a ver a los que huyen de la
guerra que los vemos más como una molestia que como a hermanos. Olvidando
siempre que un día ese inmigrante o ese refugiado podemos ser nosotros mismos.
¿Cuándo
te vimos Señor, cuándo te vemos? Bien podría respondernos el Señor que le vemos
a diario, sin reconocerle, porque somos incapaces de mirar a los demás con ojos
de bondad y de amor.
Que
este camino cuaresmal nos ayude a mirar al prójimo con la mirada de Dios, con
la mirada del amor.