dimarts, 8 de març del 2022

Dimarts de la I setmana de Quaresma

 

Martes de la I semana de Cuaresma

Monasterio Cisterciense de San Benito

Talavera de la Reina

8 de marzo de 2022

Is 55, 10-11; Sal 33 y Mt 6, 7-15

 

La palabra del Señor es aquella que no vuelve vacía, aquella que empapa la humanidad, la fecunda y la hace germinar. Cristo es la Palabra hecha carne, hecha humanidad, es Él quién nos abre las puertas del Reino, quién nos hace hijos de Dios, como repite tantas veces el Apóstol.

Cristo tiene pues una relación filial con el Padre, que es ahora también nuestro Padre. Por eso nos enseñó a dirigirnos al Padre tal cómo Él lo hacía, con sus mismas palabras.

Era costumbre entre los maestros judíos, también con Juan el Bautista, enseñar a sus discípulos una oración. Jesús les da a sus apóstolos, nos da a todos nosotros, mucho más que una oración, nos enseña a dirigirnos al Padre.

Si nos preguntasen cuantas veces al día repetimos esta oración quizás pudiésemos responder; si nos preguntasen cuantas veces a lo largo de nuestra vida hemos rezado el Padrenuestro seguramente seria ya imposible dar una respuesta.  Pero quizás de tanto repetirla corramos el riesgo de perder en todo o en parte la grandeza de sus palabras, la grandeza de lo que pedimos al Padre.

En primer lugar, nos dirigimos al Señor como Padre, siendo esta la primera grandeza, le pedimos que nos haga llegar su reino y que su voluntad se realice en la tierra como se hace en el cielo. Nosotros debemos ser en esta tierra instrumento de su voluntad, mensajeros de su reino.

Para serlo en verdad debemos recibir el perdón por el mal que, consciente o inconscientemente, hacemos y para ser perdonados debemos perdonar también nosotros. Si perdonamos seremos perdonados; si no perdonamos, no seremos perdonados, nos dice el Señor.

El Padrenuestro es una súplica confiada al Padre, que sabe muy bien lo que necesitamos; pero es a su vez un compromiso en nuestras vidas, un compromiso a ser obedientes a su voluntad, a compartir con nuestros hermanos el pan que se nos da, a ser embajadores, mensajeros del perdón. Si cumplimos con esto nos alejaremos del mal y haremos el bien.

En este tiempo privilegiado que es la Cuaresma, camino hacia la Pascua, dediquémosle nuestra atención a esta oración, recémosla con los labios y con el corazón. Dirijámonos  confiados al padre, a nuestro Padre; padre de todos lo que nos hace a todos hermanos con Cristo y por Cristo.