dimarts, 5 d’agost del 2025

Dimarts de la setmana XVIII durant l'any / I

 

Dimarts de la setmana XVIII durant l'any / I

Pelegrins de la diòcesis de Madrid al Jubileu de la Joventut

Cervià de Ter

Dimarts 5 d’agost de 2025

Nm 12,1-13; Salm 50,3-4.5-6.12-13 i Mt 14,22-36

Queridos hermanos y hermanas peregrinos de la Iglesia de Madrid, en estos días el Señor os ha hablado cara a cara como a Moisés. Hemos vivido una experiencia eclesial de comunión. Comunión con Pedro, comunión con jóvenes venidos de todas las partes del mundo y comunión entre vosotros porque en esta peregrinación movida por la esperanza habéis constituido pequeñas y grandes comunidades unidos todos por la esperanza en Cristo.

Como nos decía Monseñor Luis Arguello, presidente de nuestra Conferencia Episcopal: «habéis venido de nuestras diócesis y habéis constituido un nosotros, un nosotros diocesano, desde el pequeño nosotros de la parroquia, del movimiento, de la asociación, de la comunidad.» Expresamos así que la fe no debemos, ni podemos vivirla en solitario, la fe es siempre para vivirla en comunidad, formando Iglesia.

Y con cada una de estas comunidades diocesanas como piedras vivas, hemos formado en Roma la gran comunidad de la Iglesia universal unidos por la amistad con Cristo, una amistad, como nos decía el papa León, que puede cambiar verdaderamente el mundo, porque la amistad es el camino por la paz.

Ahora queridos hermanos y hermanas es el momento de recoger el fruto de esta experiencia eclesial, no puede reducirse todo a una simple fiesta, es Cristo quien nos ha convocado hasta Él, como peregrinos hemos caminado y ahora es el momento de volver a vuestros lugares de origen para seguir siendo peregrinos, peregrinos y evangelizadores.

Vuestra misión, vuestra vocación debe ser evangelizar, ser testimonios de Jesucristo en medio de nuestro mundo, con vuestros amigos, con vuestros compañeros de trabajo o de estudios, en vuestras familias; la fe en Cristo no puede vivirse a tiempo parcial, es para vivirla cada día, a cada hora, en cada etapa de nuestra vida y la fe sobre todo es para compartirla, es un tesoro demasiado valioso para quedárnoslo solo para nosotros.  La plenitud de nuestra existencia no depende de lo que acumulamos ni de lo que poseemos, está unida a aquello que sabemos compartir con alegría.

No tengáis miedo, el Señor está a vuestro lado, realmente es Él el Hijo de Dios. Nuestra fe no es una mera ideología, no es una simple filosofía de vida, es mucho más; Cristo es la salvación. Dirijamos también nosotros como Pedro nuestra mirada suplicante hacia Él y digámosle «Señor, sálvame.» Cuando las dificultades de la vida nos acechan, cuando sucumbimos ante todo aquello efímero, como el poder, el placer o la riqueza que nos empuja al pecado, a dejar de lado a Dios, ante todo aquello que aparece ante nuestros ojos como un objetivo, no siendo más que una mera ilusión, volvamos nuestra mirada hacia el Señor y digámosle: «Señor, sálvame.»

Como nos decía el domingo el papa León: «Hay una inquietud importante en nuestro corazón, una necesidad de verdad que no podemos ignorar, que nos lleva a preguntarnos: ¿Qué es realmente la felicidad? ¿Cuál es el verdadero sabor de la vida? ¿Qué es lo que nos libera de los pantanos del sinsentido, del aburrimiento y de la mediocridad?» El único que puede liberarnos es Cristo. Pongamos toda nuestra esperanza en Él, porqué Él es la esperanza que no defrauda.

Nos lo decía el papa Francisco en la bula de convocatoria de este año jubilar, los jóvenes sois la alegría y la esperanza de la Iglesia y del mundo. No tengáis jamás miedo de ser testimonios en el mundo de esta esperanza que es Cristo, evangelizad con vuestra alegría, esta es vuestro mejor instrumento para hacer llegar la esperanza a tantos corazones desesperanzados. Nos decía el domingo el papa León: «Aspirad a cosas grandes, a la santidad, allí donde estéis, no os conforméis con menos; haced crecer cada día la luz del Evangelio, en vosotros mismos y a vuestro alrededor.»

Seguid siendo peregrinos de esperanza, el futuro de la Iglesia está en vuestras manos y no hay tarea más importante y digna que esta. No dudéis, no seáis hombres y mujeres de poca fe, Cristo es realmente el Hijo de Dios, Cristo es realmente la esperanza que no defrauda y vosotros sois mensajeros de esta esperanza. A vuestro lado tendréis siempre a Cristo que es el amigo que siempre nos acompaña.

Que Maria, hoy que celebramos la dedicación de la Basílica de Santa María en Roma os ayude a seguir caminando con alegría tras las huellas de Cristo y a contagiar a quienes os encontréis en el camino y en vuestras vidas con el entusiasmo y el testimonio de vuestra fe.