Dimecres de la Setmana XIII Durant l'any / I
Capella del Seminari de Santander
Curs Vida Consagrada
Dimecres 2 de juliol de 2025
Gn 21,5.8-20; Salm 33,7-8.10-11.12-13
i Mt 8,28-34
Dios tiene sus planes para nosotros, quizás muchas
veces los desconocemos, no sabemos reconocer sus signos, pero nuestra vida, el
recorrido de nuestra vida está desde siempre presente en su mente. Así ocurría en
el caso de Abraham, desconocía lo que Dios tenia en mente para su hijo Isaac,
quizás no podamos decir que desconfiase de Dios, quizás simplemente trataba de decirle
a Dios lo que le convenia hacer con la vida de sus hijos.
Dios sabe muy bien lo que hace. Lo que lleva entre
manos, nos quiere a cada uno de nosotros de manera individual por lo que somos
y tal como somos. Debemos dejarnos abrir los ojos por Dios, como Agar que vio
así el pozo de agua que calmaría su sed y la de su hijo.
De manera similar nosotros debemos dejarnos abrir
los ojos por Dios para poder descubrir así el plan vida que nos ha dispuesto,
en nuestro caso la vocación. Todos tenemos una vocación, todos somos llamados a
seguir una vocación. La primera y más importante es la de seguidores de Cristo,
la de cristianos; pero todos tenemos también una vocación particular, cada cual
la suya y es esta la que debemos descubrir i aceptar. Aceptarla a veces no es fácil,
aquellos demonios que tenían bajo su poder a los hombres que salieron al paso
de Jesús, toman la forma de la comodidad, la rutina o de la búsqueda de mil y
una excusas para evitar responder a la llamada del Señor.
Por ello debemos confiarnos al Señor, a su
voluntad, ser receptivos a su palabra, con la escucha atenta, siendo generosos
para responder a su llamada. El camino de la vocación no es siempre fácil; nos
lo decía el papa León cuando hablaba a los sacerdotes en su jubileo: debemos
ser hombres capaces de amar, de escuchar, de orar y de servir juntos, en definitiva,
capaces de ser amigos de Cristo.
Para esto os formáis, para esto conocéis estaos días
otras maneras de seguir a Cristo junto a quienes le siguen viviendo los
diversos carismas de la vida consagrada. Así todos juntos formamos Iglesia,
amamos a Cristo, cada uno con su carisma, cada uno sirviéndole allí donde ha
sido llamado por Él. Dios sigue llamando y permanece siempre fiel a sus
promesas, como añadía el papa León dirigiéndose a los sacerdotes con motivo del
jubileo sacerdotal.
Llama como llamó a Abraham o a Agar, te llama a ti y me llama a mí para que le amemos, para que le sigamos, para que le sirvamos. pidámosle que lance lejos de nosotros cualquier enemigo y nos ayude, con la fuerza del Espíritu, a ser sus discípulos según su voluntad.