diumenge, 7 de desembre del 2025

Diumenge II d'Advent / Cicle A

 

Domingo II de Adviento / Ciclo A

 Eucaristía de Acción de gracias 150 Aniversario de la Fundación de la

Congregación de Religiosas Hijas de San José

Domingo 7 de diciembre de 2025

Is 11,1-10; Salmo 71,1-2.7-8.12-13.17; Rm 15,4-9 i Mt 3,1-12

Todo lo contenido en la Escritura está escrito para instruirnos, para que la fuerza y el consuelo que transmite la palabra de Dios nos ayude a mantener nuestra esperanza. Estamos en el tiempo de Adviento, el tiempo de la esperanza por antonomasia; Jesús está cerca, se acerca cada vez más y debemos disponer nuestros corazones para recibirle como se merece, con los corazones abiertos de par en par a su Palabra.

La repetición del año litúrgico puede llevarnos a una cierta confusión espiritual, de manera repetitiva año tras año celebramos la encarnación, nacimiento, muerte, resurrección y ascensión a los cielos de Cristo. Podríamos argumentar que ya sabemos cómo acaba la historia, cierto sabemos cómo acaba la historia de Jesús de Nazaret, aunque de hecho decir que acaba seria incorrecto, porque el Hijo de Dios encarnado, hecho hombre, no es pasado, es siempre presente y para nosotros además siempre futuro, Él es siempre nuestra esperanza. Pero no recordamos estos días este único advenimiento, no se trata de una simple rememoración, Cristo está por venir al fin de los tiempos, es esta una realidad que por repetida tenemos casi olvidada y Cristo vendrá a nosotros de manera particular, individual y única.

Tres venidas que merecen y deben ser preparadas a conciencia y siempre con esperanza. Esta espera debe ser una espera activa, trabajada y vivida en profundidad, en la profundidad de nuestros corazones. Del corazón de un cristiano solo puede surgir el amor de Dios recibido y transformado en amor a los hermanos y hermanas. Esta es una realidad para todo creyente, para todo cristiano y lo es en mayor medida para quien ha consagrado su vida a Cristo. Cristo, el Señor, ha llamado ya a nuestros corazones, ha entrado ya en nuestro interior, nos ha planteado ya la pregunta clave que planteó a sus discípulos «y vosotros ¿Quién decís que soy yo?» Y hemos respondido como Pedro «Tu eres el Mesías, el Hijo de Dios.» Es el sí al Señor de nuestra vocación.

Razón de más para trabajar en nuestra conversión diaria, para abrirle una ruta al Señor y allanar su camino hasta nuestros corazones. Esta labor solo puede realizarse des del amor y el amor debe mostrarse en el servicio al prójimo, imagen de Dios, rostro de Jesucristo. No podemos ni debemos vivir confiados en que nuestra condición de cristianos, por el bautismo, comporta ya de por si la inmunidad al pecado, a la indolencia, a la relajación.

Debemos ser exigentes con nuestra fe, poner siempre el listón lo más alto posible para intentar al menos ser dignos de nuestro maestro. Hacerlo con la humildad y la sencillez de quien sabe y reconoce sus limitaciones, pero que nunca renuncia a mejorar su nivel de fidelidad al Señor. Ciertamente, como el bautista, no somos ni tan solo dignos de agacharnos a atender el calzado del Señor, de besar sus pies fatigados por el camino y llenos del polvo de los lugares visitados.

Tenéis un modelo, hacerlo como os enseñó el P. Francisco Butiñà, este operario incansable en la viña del Señor, que asumió multitud de trabajos a lo largo de toda su vida para extender la gloria de Dios; este hombre siempre asiduo y constante en oír confesiones y en predicar la palabra de Dios. El P. Butiñà os mostro una manera concreta de vivir el seguimiento de Jesús, del obrero de Nazaret, que se encarna en la historia en un momento concreto, que vive en un pueblo determinado, en una familia concreta y que trabaja en tareas sencillas, dignificando así el trabajo humano.

Un hijo de Banyoles y una hija de La Bisbal, Isabel de Maranges y Valls dieron su sí a Dios para seguirle, abrazando con sinceridad un proyecto de vida consagrada trabajando para sus hermanos y hermanas, poniendo sus cualidades humanas, sus dones y talentos espirituales al servicio de los demás a través del taller, para que aquel grupo inicial que, con tanta fragilidad había comenzado a caminar, se consolidase y expandiese, para que enraizase en la vida de la Iglesia y entre la sociedad donde actuaba.

Ese mundo ideal, que nos parece ideal y no real, que nos describe el profeta Isaías, ciertamente no es en el que vivimos y en el que nos movemos; pero nuestra esperanza es hacer presente el Reino de Dios ya en nuestro mundo. Ciertamente que no en plenitud, no con todas y cada una de sus características, porqué en plenitud solo puede implantarlo el mismo Rey.

Allí en su Reino  sobre él se posará el espíritu del Señor: un espíritu de sabiduría y entendimiento, un espíritu de consejo y fortaleza, un espíritu de ciencia y temor del Señor inspirado en el temor del Señor; que no juzgará por las apariencias, ni sentenciará de oídas; que juzgará a los pobres con justicia y sentenciará con rectitud a los sencillos de la tierra; pero que a su vez golpeará al violento con la vara de su boca, y con el soplo de sus labios hará morir al malvado. Allí donde la justicia será la medida de todas las cosas. Este es el reino que Cristo anuncia, el que implantará al final de los tiempos y el que nos invita a nosotros a anticipar ya hoy y aquí.

Decía el papa Francisco comentando este fragmento del Evangelio que acabamos de escuchar: «Dios, hoy como entonces, dirige la mirada hacia donde dominan la tristeza y la soledad. Podemos experimentarlo en la vida, Él a menudo no logra llegar hasta nosotros mientras estamos en medio de los aplausos y sólo pensamos en nosotros mismos; llega hasta nosotros sobre todo en la hora de la prueba; nos visita en las situaciones difíciles, en nuestros vacíos que le dejan espacio, en nuestros desiertos existenciales.» (5 de diciembre de 2021)

Llegar a los demás en la hora de la prueba, que mejor anuncio del Reino. Tenemos dos modelos, dos grandes figuras del tiempo de Adviento: Maria y José; dos modelos de seguimiento de Cristo el P. Butiñà y Isabel de Maranges. Que ellos, maestros en el amor a Cristo, os iluminen e intercedan ante el Señor para que vuestra labor sea fértil, generosa y os conceda el don de las vocaciones.

En palabras del papa León XIV: «lo experimentamos cada día: nuestro trabajo está en manos del Señor, y nosotros solo somos instrumentos pequeños e inadecuados, «siervos inútiles», como dice el Evangelio (cf. Lc 17,10). Sin embargo, si confiamos en Él, si permanecemos unidos a Él, suceden grandes cosas, precisamente a través de nuestra pobreza.» (22 de septiembre de 2025).

Diumenge II d'Advent / Cicle A

 

Diumenge II d'Advent / Cicle A

Parròquia de Santa Maria i Sant Nicolau a Calella

Diumenge 7 de desembre de 2025

Is 11,1-10; Salm 71,1-2.7-8.12-13.17; Rm 15,4-9 i Mt 3,1-12


Una veu predicava en el desert, cridava a la conversió, anunciava la proximitat del Regne de Déu. Ho feia amb tota senzillesa, fins i tot en el vestit perquè no el tapava altra cosa que una capa de pell de camell i una pell li cobria la cintura; fins i tot en el seu menjar era senzill ja que els seus banquets eren a base de llagostes de camp i mel boscana. Res no quadrava amb el que el poble d’Israel havia entès que seria l’arribada del Messies; mentre creien que qui els havia d’alliberar seria un nou rei David, en la realitat el Messies no tindria altre tron que una menjadora pel bestiar, altre palau que una establia, ni altre cort que un grup de pastors.

Aquell de qui Joan no era ni tant sols digne d’ajupir-se per aguantar-li el calçat, aquell a qui el baptista clamava per obrir una ruta en el desert, on no hi ha rutes ni camins segurs, aquell pel qui demanava un camí planer, quan tot en la seva vida foren entrebancs, incomprensions i dificultats; no seria pas com l’havien imaginat i de tant diferent que fou al que esperaven, molts ni tant sols el reconegueren.

Déu estima la sorpresa, li agrada desconcertar, especialment als qui es creuen saber-ho tot sobre Ell, saber-ne tant que fins i tot son capaços de dir-li que ha de fer, com ha de comportar-se i que li cal dir. Déu ho sap ben bé el que volen i per això li agrada parlar en el xiuxiueig d’un ventijol sua, en el silenci d’una nit tranquil·la o en la solitud d’un turó dalt d’una creu.

Crist, ens ho ha dit l’apòstol sant Pau, es posa al servei del poble per mostrar la veritat, aquella que ve de Déu, aquella que és l’única i que està per damunt de qualsevol altre i que està adreçada a qualsevol poble, raça o nació. Ens unim al poble de Crist, al poble de Déu, pel baptisme, un baptisme que ve per l’Esperit Sant, un baptisme que rebem a través del foc nou que neix en la nit pasqual a partir del sepulcre buit.

El temps d’Advent ens pot semblar un temps fonamentat en la tendresa a redós de la imatge que ens hem anat fent del Nadal. Ens cal no oblidar el seu autèntic sentit, el triple adveniment que la Nativitat del Senyor representa, com escrivia sant Bernat de Claravall. Cert que coneixem tres vingudes del Senyor; la primera fou a tots els homes i dones de bona voluntat, feta amb senzillesa, sense ostentació de cap mena i amb la simplicitat d’un home qualsevol però arribant a donar la vida pels altres. La tercera és l’anunciada als finals dels temps i que també arribarà per a tots sense fer accepció de persones. Així doncs la primera i la tercera vingudes són conegudes per ser manifestes, vertaderes epifanies, manifestacions, del Senyor. La tercera i definitiva és a més aquella que precedirà el temps que ens anuncia el profeta Isaïes, quan «Ningú no serà dolent ni farà mal en tota la meva muntanya sagrada, perquè el coneixement del Senyor haurà omplert el país com l'aigua que cobreix la conca del mar.» (Is 11,9).

Sobre la segona, que és espiritual i latent, el Senyor ens diu: «El que m'estima, complirà la meva paraula; el meu Pare l'estimarà, vindrem a ell i en ell farem estada.» (Sermó II sobre l’Advent). Tot recordant aquella primera vinguda, tot preparant-nos per la darrera vinguda, de la que sembla que oblidem sovint la seva evidència; ens hem de disposar especialment per aquesta segona vinguda, íntima, personal, intransferible en el cor de cadascun de nosaltres.

No es tracta tant sols de rebre’l, es tracta fonamentalment d’acollir-lo i de romandre amb Ell. Una actitud d’escolta cap a la Paraula de Déu ens predisposa a saber que vol Déu de nosaltres, com ens demana de manera personal que visquem aquesta seva proximitat. 

Quan Crist toca el nostre cor no ho fa endebades, ho fa de manera puntual, ho fa perquè la força i el consol que Crist ens dona ens ajudi a mantenir la nostra esperança. Quan el Senyor truca als nostres cors ho fa per encoratjar-nos, per confortar-nos i ens convida a viure la nostra fe, el nostre compromís amb Ell, en comunitat de fe, ben avinguts de cor i de llavis, acceptant-nos els uns als altres tal com Crist mateix ens accepta.

Vivint la fe mirant de separar el jull i la palla del blat, mirant d’allunyar de la nostra vida tot allò que ens impedeix i dificulta la nostra proximitat amb Déu, vivim per Crist i en Crist.  La vida està feta d’alegries i de dolors, sabut és que l’amor es posa a prova quan augmenten les dificultats i l’esperança sembla esfondrar-se davant del patiment; així ho escriu l’apòstol sant Pau i ens ho recordava el papa Francesc al inici d’aquest any jubilar (Cf. Spes non confundit, 4.).

L’amor quan es posat a prova i per la paciència i la perseverança la supera, esdevé perdurable, etern, infinit; és quan esdevé realment amor, font d’esperança i de caritat. «Aquest entreteixit d’esperança i paciència mostra clarament com la vida cristiana és un camí, que també necessita moments forts per a alimentar i enfortir l’esperança, companya insubstituïble que permet entreveure la meta: l’encontre amb el Senyor Jesús.» (Spes non confundit, 5). 

Visquem aquest temps d’Advent com si d’aquesta preparació depengués la nostra salvació. Amb les torxes enceses i l’atuell a punt. És Crist qui ens ve a visitar, Ell és la nostra esperança.

En paraules del papa Lleó XIV: «Com a pelegrins d'esperança, els cristians estem cridats a “participar” en la realitat, és a dir, a implicar-nos en ella, buscant a Déu amb la nostra ment, el nostre cor i les nostres obres, i reconeixent la seva presència en els diferents esdeveniments de la vida quotidiana.» (6 de desembre de 2025).

dissabte, 6 de desembre del 2025

Diumenge II d'Advent / Cicle A

 

Diumenge II d'Advent / Cicle A

Temple expiatori del Sagrat Cor a Girona

Parròquia de Santa Susanna del Mercadal

Dissabte 6 de desembre de 2025

Is 11,1-10; Salm 71,1-2.7-8.12-13.17; Rm 15,4-9 i Mt 3,1-12

Els profetes no es cansaren al llarg dels segles de llançar missatges d’esperança. No fou fàcil per al poble d’Israel rebre’ls, al llarg dels temps aquell poble que Déu s’havia escollit per heretat havia patit exilis i deportacions, derrotes i humiliacions i no era capaç d’establir una relació de fidelitat amb Déu.

El profeta Isaïes ens acompanya de manera especial en aquest temps d’Advent, les seves paraules semblen ben bé un anunci del que segles a venir succeirà amb Jesús de Natzaret. Tothom que pensava en el Messies el creia un nou rei David que vindria a imposar per la força un nou reialme fort que seria capaç de ser respectat pels pobles veïns; és aquest el somni de tot reialme mundà que cerca dominar i perdurar.

No entenien que Déu no necessita imposar-se, Ell ho pot tot i res se li pot oposar; però Déu no cerca la conversió dels cors per la força, perquè per la força un cor no es converteix, simplement se sotmet. El que Déu cerca és un regne d’amor en una doble dimensió: entre Déu i l’home i entre els mateixos homes.

On hi ha amor no hi ha lloc per a la imposició perquè l’amor no comparteix espai amb d’altres i encara menys pot compartir-lo amb valors caducs i fugissers. Si el poble d’Israel hagués llegit atentament les Escriptures s’hauria instruït sobre quin Messies calia esperar, hauria trobat en elles la força i el consol per no desesperar i saber reconèixer els signes de la messianitat en Jesús.

Aquell home de Natzaret, fill de Maria i aparentment de Josep, era alhora el Fill de Déu enviat per portar la salvació no tant sols al poble d’Israel, al qual pertanyia humanament i que Déu havia fet seu, sinó a la humanitat sencera.

L’esperança que ens ve de Déu no es limitada, perquè l’amor que ve de Déu tampoc no ho és, és un amor fins a l’extrem. L’amor de Déu no es rep per pertànyer a un o altre poble, per parlar una o altra llengua, per viure en un o altre lloc, per viure amb més o menys recursos; l’amor de Déu, que és la nostra esperança, ve definit per la seva universalitat.

El cor de Crist, el seu Sagrat Cor, s’obre a tothom, a tot aquell que és capaç d’obrir-li una ruta per tal de que arribi al seu de cor, a tot aquell que es capaç d’aplanar-li el camí ensulsint el pecat, la culpa, la maldat, l’orgull, l’egoisme, la prepotència o qualsevol altre cosa que impedeixi el seu avanç.

Joan baptista clamava als fariseus i saduceus que volien fer-se batejar que no per viure refiats pensant que eren fills d’Abraham tenien ja guanyada la salvació.

El blat que ventarà aquell que és més poderós que el baptista, aquell de qui Joan no és ni tant sols digne d’ajupir-se per deslligar-li el calçat, entrarà al graner, i quan hi entri la palla cremarà al foc.

Separar el gra de la palla ha quedat com una expressió col·loquial, potser avui en desús en una societat que ha oblidat el seu passat camperol; però no deixa de ser una expressió ben gràfica per indicar que cal destriar el bé del mal, el blat de l’herbassar que vol afogar-lo.

Ens ho va dir Crist mateix, el Regne del cel passa com amb un home que va sembrar bona llavor, aquella que és la veritat, en el seu camp i aquest home és Crist. Mentre tothom dormia, vingué el seu enemic, que és el mal, el maligne, va sembrar el jull, que és la mentida, enmig del blat i se'n va anar. 

Quan els brins de la fe fonamentada i arrelada en aquell qui és la veritat cresqué i formà l’espiga de l’esperança, aparegué també el jull del desencís i de la desesperança; tots dos cresqueren junts i fou Déu qui va fer la tria, arrancant primer el jull i fent-ne feixos per cremar-lo; i arreplegant després el blat, per portar-lo al graner del Regne. (Cf. Mt 13,24-30).

Tenim posada l’esperança en Crist, aquest Crist que s’ha fet home per tots nosaltres, el Fill de Déu que ens convida a destriar en la nostra mateixa vida el mal del bé.

Com escrivia el papa Francesc en convocar aquest any jubilar que està a punt de concloure: «el pecat “deixa petjada”, comporta unes conseqüències no només exteriors, en tant que conseqüències del mal comès, sinó també interiors.» (Spes non confundit, 23).

Aquesta sega, aquest separar el blat del jull, el bé del mal el viurem en el segon i definitiu adveniment del Senyor, per al qual el temps d’Advent és també preparació. El Judici, aleshores, es refereix a la salvació en la que esperem i que Jesús ens ha obtingut amb la seva mort i resurrecció. Per tant, està dirigit a obrir-nos a l’encontre definitiu amb Ell, escrivia el papa Francesc.

Aquesta és la nostra vertadera i definitiva esperança, ser alliberats del mal i gaudir del bé, aquest és el fonament del Regne que ha de venir i del que ja avui nosaltres hem de ser testimonis en aquest món, essent-ho amb la nostra fe, practicant la caritat i mirant de ser sempre testimonis d’esperança.

Dissabte de la setmana I d'Advent

 

Dissabte de la setmana I d'Advent

Parròquia de Santa Coloma de Farners

Dissabte 6 de desembre de 2025

Is 30,19-21.23-26; Salm 146; Rm 12, 9-16a i Mt 9,35-10,1.6-8

El profeta Isaïes ens diu «el camí és aquest, segueix-lo.» Ens indica el camí que porta a no plorar mai més, a ser escoltat per Déu, a ser objecte de la seva misericòrdia, a poder veure’l cara a cara, a tenir la certesa de que no s’amagarà davant dels nostres ulls. Ens indica el camí per arribar allí on la pluja per regar els camps no faltarà, on tot el que es produeixi serà substanciós i nutritiu, amb recs ben plens d’aigua i on la lluna i el sol brillaran set vegades més com si tota la llum d’una setmana brillés en un sol dia; on el bé haurà escombrat el mal.

És realment un anunci meravellós, el somni de la humanitat. Una humanitat que Crist mateix va trobar malmenada i desesperançada, com ovelles sense pastor. Crist fa una crida a demanar segadors i tot seguit n’escull dotze d’entre els seus deixebles i els dona els poders que han d’exercir sense demanar res a canvi, ja que els han rebut per la gràcia de Déu i la gràcia no es pot comprar.

El regne anunciat per Jesús és la nostra esperança, la seva vinguda al món és alhora l’anunci i la certesa de que allò que ens anuncia ha d’arribar i aquesta certesa, aquesta esperança ens ha de moure a servir amb joia, amb la joia de recordar cada any la seva vinguda, i amb l’esperança de que aquest regne on tot és harmonia i felicitat no tant sols és possible sinó que arribarà.

Hem viscut aquest any un any jubilar, on el papa Francesc va voler que poséssim l’atenció en l’esperança. Viure la fe és viure-la amb esperança, si l’esperança no acompanya la nostra fe, aquesta no és vertadera fe, és una fe incompleta, nominal però no autèntica.

Fe, esperança i caritat, és a dir amor, van estretament lligades, si creiem en Crist i esperem vertaderament aquest Regne que Ell ens anuncia s’ha de traduir tot plegat en amor i l’amor és servei, servei a Déu i servei als altres.

El salmista ens convida a embenar els cors desfets i també les ferides dels qui pateixen i el nostre mon està ple de cors desfets i les ferides abunden. Cors desfets per la desesperança, per la impossibilitat de poder ni tant sols somniar amb un món com el que anuncia el profeta Isaïes. Falta tant a tanta gent que les ferides son múltiples.

Cert que no en som nosaltres particularment culpables de moltes de les ferides dels altres, però sembrar esperança és un deure del qui te fe i tants sols amb la caritat, servint amb caritat serem capaços d’evangelitzar.

Nosaltres no podem guarir malalts, però els podem atendre o acompanyar; nosaltres no podem ressuscitar morts, però podem eixugar les llàgrimes dels qui els ploren; nosaltres no podem treure dimonis, però potser podem apartar-los del camí dels altres o mirar de no motivar-los o fins i tot, Déu no ho vulgui, de no ser uns dimonis per als altres.

El servei, la possibilitat de servir al Regne de Déu amb caritat i esperança sempre està a l’abast de les nostres forces si darrera hi ha una fe, ferma, convençuda i esperançada.

En paraules del papa Lleó XIV: «tenir esperança és saber prendre decisions en la vida. «Al qui se li va donar molt, se li demanarà molt; i al qual se li va confiar molt, se li reclamarà molt més». Aquest és el signe de l'amistat i confiança de Jesús que ens acompanya en la vida amb el foc que va venir a portar.» (22 de novembre de 2025).