Sant
Francesc d’Assis
Centre penitenciari Puig de les Basses
Divendres 4 d’octubre de 2024
Gal 6,14-18; Salm 15,1-2 i 5,7-8 i Mt
11,25-30
Celebramos hoy la festividad de san Francisco de Asís. Alguien que puso a Cristo por encima de cualquier otra cosa. Teniéndolo todo, san Francisco renunció a todo para seguir a Cristo; pero no se guardo a Cristo para él mismo, lo compartió con sus hermanos y hermanas franciscanos, pero sobre todo lo compartió con aquellos que más necesitaban de Cristo.
Francisco fue un amante de Dios, de los hermanos y hermanas y también de la naturaleza. Para san Francisco Dios estaba presente en la creación, esta era también la imagen de Dios que hay que amar y respetar. Francisco de Asís amó y buscó la paz, aunque vivió en un tiempo convulso, cuando la Iglesia estaba amenazada de sucumbir bajo su misma riqueza y poder; Francisco con las armas de la humildad y la pobreza, con las herramientas de la sencillez y de la bondad busco a Dios, le encontró y lo mostró a los demás.
Escribe el papa Francisco sobre san Francisco: «cada vez que él miraba el sol, la luna o los más pequeños animales, su reacción era cantar, incorporando en su alabanza a las demás criaturas. Él entraba en comunicación con todo lo creado, y hasta predicaba a las flores «invitándolas a alabar al Señor, como si gozaran del don de la razón». Su reacción era mucho más que una valoración intelectual o un cálculo económico, porque para él cualquier criatura era una hermana, unida a él con lazos de cariño. Por eso se sentía llamado a cuidar todo lo que existe. Su discípulo san Buenaventura decía de él que, «lleno de la mayor ternura al considerar el origen común de todas las cosas, daba a todas las criaturas, el dulce nombre de hermanas» (Laudato si, 11).
San Francisco nos dejó una bella oración, una oración que resume en pocas palabras lo que significa seguir a Jesús, seguirle de manera consecuente y sincera. San Francisco se dirigía a Dios pidiéndole:
Señor, hazme un instrumento de tu paz;
donde haya odio, lleve yo el amor;
donde haya ofensa, lleve yo el perdón;
donde haya discordia, lleve yo la unión;
donde haya error, lleve yo la verdad;
donde haya duda, lleve yo la fe;
donde haya desesperación, lleve yo la esperanza;
donde haya tristeza, lleve yo la alegría;
donde haya tinieblas, lleve yo la luz.
Ser instrumentos de paz, llevar el amor, el perdón, la unión, la verdad, la fe, la esperanza, la alegría y la luz; no puede haber más bello programa para nuestra vida y para ello siempre estamos a tiempo. Como dice el papa Francisco: «la verdad es una compañera inseparable de la justicia y de la misericordia. Las tres juntas son esenciales para construir la paz.» (Fratelli tutti, 227). Paz interior y paz exterior. Que así sea para todos nosotros.